Si hay un aroma que me transporta directamente a las Navidades de mi infancia ese es, sin lugar a duda, el de estos roscos. Cierro los ojos y puedo ver con toda claridad a mi abuela, mi tía y mi madre, en la antigua cocina de casa de mis abuelos, añadiendo ingredientes al enorme lebrillo de barro, mientras trabajaban esa gran cantidad de masa que más tarde se convertiría en fiambreras de roscos para repartir entre la familia (algunas viajarían incluso atravesando toda la península).
Me encanta tener la oportunidad de compartir esta receta con vosotros porque pocas cosas hablan tanto de mí, de nuestras tradiciones… Haciendo honor a la verdad he de reconocer que ha habido años de roscos gorditos, o más bien secos, o algo durillos, etc. Ahora bien, su sabor siempre es insuperable.
Ya sabemos que las recetas de repostería son matemática pura y respetar las cantidades, las temperaturas y los tiempos resulta imprescindible a la hora de obtener los mejores resultados. El problema de las recetas tradicionales es que la mayoría de ellas han pasado de generación en generación de forma oral o con apenas unas notas. En este caso os la traigo tal cual los hemos preparado este año (que por cierto han salido muy, muy buenos), pero lo más probable es que no sea totalmente idéntica a la que hicimos la vez anterior, ni a la que prepararemos el año que viene.
Sobre todo respecto a la harina, si se tiene un pelín de experiencia en este tipo de preparaciones, funciona bastante bien eso de “la que admita” o “la que nos vaya pidiendo”, hasta que más o menos se despegue de los dedos (aunque se trata de una masa algo pringosa), pero sin pasarnos para que los roscos no queden secos.
Cuando vuestra casa se llene de olor a canela y anís os acordaréis de mí. No hay nada más navideño en este mundo ¡Qué los disfrutéis!
INGREDIENTES:
- ½ vasito de AOVE (aceite de oliva virgen extra)
- 2 cucharaditas de anises o matalahúva
- 4 huevos grandes
- ½ vasito de anís o aguardiente
- 100 gr de azúcar
- 2 cucharaditas de canela en polvo
- 1 sobre de levadura química tipo Royal
- la ralladura de 1 limón
- 1 pizca de sal
- 650 gr aprox. de harina de trigo
- azúcar vainillada o esencia de vainilla (opcional)
- AOVE para freír
- azúcar y canela para poner por encima
PREPARACIÓN:
En una sartén poner el aceite a templar. Echar la matalahúva y cocinar hasta que el aceite esté aromatizado, pero sin que humee para que no se queme. Retirar, enfriar y colar. En un bol grande poner los huevos, el aguardiente y el aceite y batir con una varilla o con la batidora eléctrica. Añadir el azúcar, la canela, la levadura, la ralladura de limón y la sal (y la vainilla en su caso), y seguir batiendo hasta que todos los ingredientes estén bien integrados. A continuación, con un tamizador o con un colador grande, comenzar a añadir la harina poco a poco, mientras seguimos moviendo con la varilla. Continuar poniendo harina hasta que la mezcla espese tanto que no nos permita seguir batiendo. Entonces enharinar las manos y la superficie de trabajo (la encimera de la cocina, por ejemplo) y comenzar a amasar añadiendo harina hasta que la masa se despegue. Si continúa muy pegajosa podemos untarnos las manos con un poco aceite de oliva para terminar de despegarla. Entonces enharinar un bol grande, poner dentro la masa, cubrirla con un paño y dejarla reposar al menos durante media hora. Pasado ese tiempo, y con las manos untadas en aceite, coger pequeñas pelotitas de masa que estiraremos haciendo churritos entre las manos y pegaremos por los extremos para formar cada rosco. Freírlos en una sartén o cazo que nos permita echar abundante aceite para que se hagan de forma homogénea y no se quemen. Poner en un plato papel absorbente donde ir sacando los roscos para quitarles el exceso de aceite y posteriormente pasarlos a otro con azúcar y canela donde embadurnarlos con esta mezcla. Se mantienen sin problema varios días en un tarro cerrado, por ejemplo, uno para galletas ¡Seguro que os van a encantar!